Compartimos el artículo publicado en INNOVASPAIN en el que tres investigadoras de la Universidad Carlos III de Madrid, Concha Monje, Belén Ruiz y Carmen Carrero defienden una tecnología inclusiva y accesible para todos, especialmente a los colectivos con más dificultad.

Deberán tener un interruptor de emergencia. Tendrán que pagar impuestos. También, al igual que los ciudadanos, tendrán derechos y obligaciones. Y, por supuesto, no podrán hacer daño a los seres humanos. Estas son algunas de las condiciones que la Unión Europea planteó en 2017 en la elaboración de las nuevas leyes de la robótica. Una evolución de las tres leyes de la robótica elaboradas por el exitoso escritor Isaac Asimov a comienzos de los años 40 del siglo pasado que parece aún tener bastante camino por recorrer. El clímax de dicha normativa, como han explicado tres investigadoras de la UC3M (Universidad Carlos III de Madrid), será la conquista de algo que supera a cualquier avance tecnológico: la humanización de las máquinas.

“Los desarrollos que hacemos en el laboratorio cuentan con psicológicos, antropólogos, sociólogos, médicos, terapeutas… La robótica tiene impacto tremendo en todos los ámbitos de la sociedad”, explica Concha Monje, investigadora del Robotics Lab UC3M y experta en robots humanoides. Si bien el concepto de ‘persona electrónica’ –planteado por el Comité de Asuntos Legales del Parlamento Europeo el 31 de mayo de 2016– se propuso como una solución a los posibles daños causados por las decisiones de los robots autónomos, a día de hoy no está exento de polémica.

“¿Qué es una maquina responsable?”, se plantea Monje. La investigadora reconoce que desde que empezó a trabajar en robótica y a dar charlas ha notado un gran cambio. “Los valores éticos siempre tienen que prevalecer en los robots y en cualquier innovación tecnológica. Hay necesidad de que estas máquinas convivan y sean accesibles para todos. Estamos lejos de la fase de integración, pero la inclusión cada vez está más presente”.

Monje pone como ejemplo los últimos descubrimientos de la UC3M en torno a los exoesqueletos, concretamente para brazos y piernas en personas que han sufrido ictus y que gracias a ellos pueden hacer la rehabilitación en casa. “Para crear robots que ayuden a suplir los problemas que sufren las personas con discapacidad primero hay que hacer una gran labor de entender qué necesidades tienen. La tecnología no tiene sentido si no se piensa en el usuario final”, asegura.

Belén Ruiz, investigadora del grupo HULAT UC3M, coincide en que en los últimos tiempos se han producido grandes avances en cuanto al desarrollo de robots inclusivos para personas con diferentes discapacidades. De hecho, cuando en 2005 se fundó el CESyA (Centro Español del Subtitulado y la Audiodescripción), del que es directora gerente, apenas se subtitulaba la televisión. “Hoy el 86% de la televisión está disponible con subtítulos”, celebra Ruiz, consciente de que “hoy en día vivimos en un mundo audiovisual, nos comunicamos con imágenes y sonidos”.

Para la experta en accesibilidad, contar con la participación de los colectivos para quienes se desarrollan estas innovaciones es la manera más eficaz de hacer proyectos de éxito, como por ejemplo en el que trabaja su departamento para transmitir la música a los sordos. “No se puede hacer innovación para ellos sin contar con ellos”, zanja Ruiz.

Humanizar el mercado laboral

Carmen Carrero, investigadora experta del grupo Seguridad Social y Prevención de Riesgos Laborales de la UC3M, lamenta que todo lo referente a la innovación en la industria 4.0 “se enfoque a los impactos económicos que genera”. A su juicio, el mercado laboral carece actualmente de humanización, “empezando desde la visión de que los robots usurpan a las personas sus puestos de trabajo hasta la enorme brecha de quienes pueden acceder a estas tecnologías”.

Carrero se queja de que las personas con discapacidad tienen mayor dificultad “ya no solo para encontrar un empleo, sino para entrar en los procesos de selección de las empresas”. La solución para la investigadora pasa por que los Centros de Trabajo sean más especializados y digitalizados y con una mayor RSE –responsabilidad social corporativa–. “Si hay algo que perjudica a alguien con discapacidad es aislarle de la tecnología en el momento más tecnológico de la historia”, remacha.

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